Cristina González nació en Alicante pero había pasado casi toda su vida en los Pirineos cuando en 2009, y por un exnovio, conoció la ciudad y ya no quiso volver a su país de origen.
Por Bruno Verdenelli
verdenelli@lacapitalmdq.com.ar
Cristina González no sabía nada de Mar del Plata. Ni siquiera imaginaba que existía una ciudad llamada así en algún recóndito lugar del mundo. A su pequeño pueblo de los Pirineos, desde Argentina sólo llegaban malas noticias y personas con necesidad de trabajar: promediaba el año 2001 cuando entonces conoció a una de ellas, que había emigrado a Andorra junto a su familia. Y entonces su vida tomó un rumbo inesperado.
Justamente en un paseo por la plaza España, más de dos décadas después de aquello, recuerda cómo fue el derrotero que la llevó a decidir que quería vivir en la “La Feliz”, ya a mediados de 2009.
“Yo nací en Alicante, pero viví mucho en Cataluña antes de venir. Ya hace unos 15 años que vivo en Mar del Plata, y de momento sigo eligiéndola“, señala. La razón que hizo que Cristina escogiera la opción de viajar desde La Seu d’urgell a una lejana y para ella desconocida localidad balnearia de Sudamérica, no fue otra que el amor. Sin embargo, ese proyecto de familia que la había impulsado a mudarse se terminaría tiempo después, y daría paso a otros, que la alentarían a quedarse y no sentir la necesidad de volver a su vida anterior en Europa.
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Así lo cuenta la propia Cristina en diálogo con LA CAPITAL: “Me enamoré de un marplatense que en 2001 se fue a vivir a Andorra, a trabajar a las pistas de esquí, como muchos otros argentinos. Ahí estuvimos saliendo cuatro años y en un momento él decidió volver a vivir a su amada Mar del Plata, él estaba enamorado de Mar del Plata… Y bueno, vinimos juntos. ¡Y yo también me terminé enamorando de Mar del Plata!”, admite entre risas.
La vida iba bien para la española transformada en marplatense en un comienzo. Antes de cumplir los 30, regenteaba junto a su novio de entonces un hotel de la zona de la vieja terminal que en el pasado había pertenecido a la familia de él. Pero por esas cosas del querer la relación no se sostendría en el tiempo.
“Dos años o tres después de llegar me separé de este chico con el que vine y elegí quedarme en Mar del Plata porque ya había sentido que pertenecía aquí”, revela. Y no duda en remarcar que los motivos que la llevaron a apegarse a la ciudad fueron los fuertes vínculos sociales que había establecido.
La española junto a su pareja, con quien tuvo a su pequeña hija Lara.
“La gente es muy cercana conmigo, siempre recibí muy buen trato, mucha familia… Trabajé en la recepción de un gimnasio y ahora estoy trabajando en la recepción de un hotel, y la verdad que siempre diez puntos”, dice, con acento y modismos argentinizados.
Cristina no se siente inmigrante, sino que a esta altura ya se considera una habitante más de la ciudad y el país. Pero no deja de sorprenderse al recordar que, en efecto, cuando llegó a Mar del Plata no tenía idea de qué iba a encontrarse, más allá de los relatos que oía de su expareja.
“Justo cuando yo conozco a mi novio en ese momento, estaban llegando todos los argentinos allá, una gran avalancha por el ‘corralito’ del 2001. Y se hablaba más que nada de la crisis… Mucho más de que Argentina estaba en Latinoamérica no sabía. Y de Mar del Plata directamente no sabía nada, no tenía ni idea. Se encargaron de enseñarme todo antes de venir, eso sí, y de contarme las cosas buenas siempre, por supuesto”, bromea al rememorar esas épocas.
Si bien eligió narrar su historia en un lugar simbólico para los españoles en la zona de La Perla, nada más y nada menos que abajo del monumento al Quijote en homenaje a Cervantes, confiesa que el lugar no le hace acordar particularmente a su país de origen. “Más que nada lo elegí porque amo este punto, me parece que tiene unas vistas geniales… Se puede apreciar espectacular cómo es la ciudad, como la veo yo y como creo que la debería ver todo el mundo. Es maravillosa, hermosa”, describe.
El amor después del amor
De vuelta a su historia sentimental, trascendental en su camino ya que la llevó a vivir en un sitio insospechado para ella, Cristina explica que rehizo su vida al conocer a otro marplatense, con el que acabó por formar una familia. Juntos concibieron a Lara, una niña que hoy tiene 4 años y se ha vuelto el centro total de sus decisiones, lo que eventualmente podría traer acarreado un replanteo sobre la posible vuelta a Europa.
“Desde que fui mamá se nos pasa un poquito más por la cabeza con mi pareja ir a vivir a España… Para cuando crezca la nena y empiece a salir. Ya nos da un poco más de miedo la inseguridad, y la inseguridad económica también”, advierte. Aunque aclara no es algo que esté definido ni que se relacione con su nacionalidad, sino más bien una inquietud que podría tener cualquier habitante de estas tierras. “Se nos pasa por la cabeza pero tal vez como se le pasa a cualquier otro argentino”, sostiene.
Consultada acerca de si añora algo en especial de su país natal, responde con cierta nostalgia, aunque directamente hace referencia a un pasado lejano, ya más bien ajeno. “Siempre se extraña, siempre hay cositas, destellos de quién fuiste toda la vida. Pero yo hace mucho que vivo aquí, y si bien la familia es un punto importante (NdR: su madre y sus dos hermana aún residen en el mismo lugar), aquí estoy haciendo mi familia con mi gordita y nada… Iniciar una vida nueva es eso, me parece: dejar atrás cosas”, sentencia.